
Un equipo científico del Instituto de Neurociencias de Shanghái, de la Academia de Ciencias de China, mezclaron genes MECP2 humanos, asociados según diferentes estudios al autismo, con un virus inocuo, y lo inyectaron en óvulos de monos hembra de la especia macaco y fueron fecundados.
Como consecuencia nacieron ocho nuevos monos, que poseían entre una y siete copias extra del gen MECP2.
Las funciones cognitivas de estos pequeños primates eran normales, sin embargo, un año después, los monos comenzaron a mostrar cambios en su comportamiento que parecían asociados al autismo: se desplazaban en círculos dentro de su jaula y presentaban problemas de interacción social, evitando la compañía de otros individuos, con lo que parece que se ha comprobado que estos monos son capaces de transmitir la modificación genética a sus descendientes, según publica la revista Nature. Ambas generaciones mostraron conductas asociales, propias de los trastornos del espectro autista en humanos.
Más tarde, a partir de tejido testicular de los machos transgénicos y óvulos de hembras normales, fertilizaron de nuevo a nueve hembras. Los nuevos monos comenzaron de nuevo a mostrar comportamientos asociales a los once meses de vida, demostrando que el gen había sido transmitido de los progenitores a sus crías.
El trabajo actual demuestra, según los autores, la viabilidad del uso de primates modificados genéticamente para estudiar trastornos en el neurodesarrollo, y podría contribuir al desarrollo de estrategias terapéuticas para tratar los síntomas.
Uno de los principales retos para el estudio de los trastornos del espectro autista es la falta de animales que puedan reproducir los síntomas del autismo observados en humanos, aunque ya es conocidos los múltiples estudios realizados con roedores, no obstante, los científicos consideran que son los primates los que podrían representar mejores modelos de estos trastornos tan complejos.
No obstante, la comunidad científica pide precaución, pues este modelo no es suficiente para hacer suposiciones sobre el autismo humano, como reconocen también los autores del estudio.
De momento, ya han empezado a utilizar tecnologías específicas para intentar identificar exactamente en qué parte del cerebro causa problemas la sobreexpresión del gen MECP2.
Más información: Servicio de Información y Noticias Científicas