
Según publica el diario ABC, un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Manchester (Reino Unido) muestra cómo una intervención precoz formativa dirigida a los padres minimizaría la gravedad de los síntomas emergentes del trastorno cuando el bebé no ha alcanzado los 12 meses y reduciría la probabilidad de que desarrolle las dificultades características del autismo en los siguientes años de la infancia.
Como ya hemos comentado en anteriores artículos, el TEA muestra una prevalencia se estima en un caso por cada 100 nacimientos pero que son mucho más comunes –el riesgo es de hasta un 20%– en los bebés que tienen hermanos mayores con TEA. Sin embargo, y si bien el diagnóstico de autismo no se establece hasta que el niño ha cumplido la edad de 2 años –y en ocasiones, hasta los 4–, los padres pueden hacer mucho por ayudar a sus hijos con TEA antes de que cumplan su primer año de edad.
Como explica en el artículo de ABC Jonathan Green, director de esta investigación publicada en la revista Journal of Child Psychology and Psychiatry, “lo realmente novedoso de nuestro trabajo es cuán precoz podemos iniciar la intervención. Ya sabíamos que intervenciones similares durante fases más avanzadas de la infancia pueden tener efectos a largo plazo. Y ahora, lo que demostramos es que realizar la intervención durante el primer año de vida puede conllevar mejoras muy importantes en el desarrollo a medio plazo del bebé. Unas mejoras que, además, se mantienen una vez la terapia ha concluido. Se trata de un resultado muy prometedor que establece una excelente base para la realización de ensayos clínicos más grandes utilizando la intervención en fases muy tempranas del desarrollo”.
En el estudio, los autores emplearon una versión adaptada del Vídeo Interactivo para el Programa Parental de Promoción Positiva (VIPP) del Estudio Británico de Autismo en Hermanos Pequeños (iBASIS). Y lo que hicieron fue utilizar esta versión para mostrar, durante un mínimo de seis visitas domiciliarias, a 28 parejas de padres cómo comprender y responder al estilo individual de comunicación de sus bebés para, así, mejorar su atención, comunicación, desarrollo del lenguaje e interacción social. Concretamente, la intervención se llevó a cabo durante un periodo de cinco meses, desde que el bebé contaba con nueve meses hasta que alcanzó la edad de 14 meses. Y con objeto de analizar su eficacia, los autores evaluaron a los bebés a las edades de 15, 27 y 39 meses.
Los investigadores compararon los resultados logrados y lo que observaron es que los bebés de las familias que recibieron la terapia audiovisual mostraron una mejoría en los comportamientos, emergentes y tempranos, asociados al autismo e incluso durante el desarrollo posterior del niño una vez se había finalizado la terapia, resultando especialmente significativa en las interacciones entre los niños y sus padres.
Como señala Michelle, participante en el estudio y madre de una niña considerada en alto riesgo de autismo tras el diagnóstico del trastorno en un hermano mayor: “la lucha para establecer el diagnóstico de mi primer hijo y aprender cómo ayudar a un niño con autismo resultó muy duro. Así, cuando nació nuestra hija tomamos la determinación de no pasar por lo mismo. Y nos sentimos muy contentos de tomar parte en el estudio cuando Natalie contaba con una edad de solo tres años. Ojalá hubiéramos tenido esta oportunidad cuando nuestro primer hijo era más joven. Espero que esta investigación pueda ayudar a desarrollar herramientas para los médicos y las familias y que los niños en riesgo de autismo o que están esperando un diagnóstico puedan obtener mucho antes la ayuda que necesitan”.
Jonathan Green afirma que, “si la intervención continúa mostrando estas mejorías en los futuros ensayos clínicos, entonces tendría un potencial uso real para las familias en el momento que afloran las primeras preocupaciones o que cuentan con hijos en riesgo genético de desarrollar autismo”.
Jon Spiers, director general de Autistica, organización benéfica británica implicada en la financiación de este estudio comenta que “estamos muy satisfechos de haber colaborado en la financiación de este trabajo y solicitamos una mayor inversión en estudios similares sobre intervención precoz en el autismo”.
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