
En este post voy a hablar de la institución psiquiátrica o mental (como queráis llamarla) y de lo mucho que nos afectan sus malas praxis.
Lo primero que diré es que a muchos autistas (en especial a mujeres) nos maldiagnostican con trastornos que parecen más bien un cajón de sastre que otra cosa. A las mujeres autistas, por lo general, se nos diagnostica el famoso Trastorno Límite de la Personalidad y a los hombres, de nuevo por lo general, el Trastorno Obsesivo Compulsivo o Ansiedad sin ir más allá, sin ver cual es la causa real de esa sintomatología (episodios depresivos, ataques ansiosos, falta de inteligencia emocional o de comunicación, etc.)
Esto ocurre por la gran estereotipación que hay sobre nuestra condición. Lo explicaré de otra manera: el autismo es una desviación de la norma tan compleja que los únicos profesionales que tienen voz y voto en este asunto son los que realmente se especializan en ello ya sean psicólogos, psiquiatras o neurólogos. Sin esa especialización, por muchos conocimientos de psicología que tenga el profesional en cuestión jamás podrá hacer un juicio o diagnóstico. El problema viene siendo que, en los centros de salud mental, no suele haber terapeutas formados en este tema. Así que muchos autistas tipo I viajan de trastorno en trastorno sin ir a la raíz y por ende sin conseguir una ayuda que se adecue a nuestras necesidades. Como pequeña aclaración, no somos pocos los autistas que, al no cumplir con los estereotipos (no hablar, no mirar a los ojos, etc), se nos niega nuestra condición. El autoconocimiento es poder y la etiqueta nos protege. Colocarnos etiquetas que no son las nuestras solo nos lleva pesar y frustración porque en el fondo sentimos que ni siquiera la gente “igual” que nosotros nos entiende.
Gracias a esta mala praxis, donde incluso no se nos etiqueta con trastornos sino con enfermedades mentales, los autistas caemos en el autoodio y el aborrecimiento a lo que somos pues se nos patologiza.
Este maltrato al que estamos expuestos es el que, finalmente, sí que nos causa esas enfermedades mentales que tantos psiquiatras y psicólogos se empeñan en pensar que tenemos desde un principio.
De este modo y para evitar todo esto, la comunidad autista exige que haya un profesional especializado en CEA (Condición del Espectro Autista) en cada centro para o bien descartarlo o bien diagnosticarlo. También exigimos que más allá de las consultas, en los psiquiátricos haya también este tipo de terapeutas. No puede ser que los trabajadores que “supuestamente” entienden de trastornos/condiciones mentales no sepan cómo actuar frente a un «meltdown» (un fuerte y explosivo ataque de ansiedad producido por la saturación de estímulos) y que, lejos de ayudarnos, nos hagan contenciones (cuando en ese tipo de ataque lo que necesitamos es dejar de sentir los previamente mencionados ya sean físicos o sensoriales), nos droguen a la fuerza o que nos aten a la cama como castigo por “comportarnos” mal o que simplemente hagan eso por desidia. Su trabajo es cuidar de nosotros, no olvidarse de nuestras necesidades ni abandonarnos en un lugar en el que “supuestamente” estamos atendidos.
Queremos más inversión en salud mental, exigimos que cese el maltrato de los psiquiátricos y de las clínicas psicológicas hacia autistas y otros compañeros neurodivergentes. Deseamos inclusión y la conseguiremos cueste lo que cueste.
Valèria Ytthralle; escritora, pintora y música.
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